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Recortes de impuestos y responsabilidad fiscal: cómo cerrar la brecha para lograr un Estados Unidos más fuerte

En un debate reciente con la congresista DeGette, me preguntaron si apoyaría el plan fiscal de Donald Trump. En ese momento, no estaba seguro. Ahora, después de revisar las propuestas fiscales de Donald Trump y Kamala Harris, entiendo mejor sus implicaciones.

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Politicians Use Tax Cuts as a Wedge

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Los recortes de impuestos se presentan a menudo como soluciones, pero la realidad es más compleja. Según el IRS, el 1% de los que más ganan paga casi el 46% de todos los impuestos federales sobre la renta. Mientras tanto, el 10% más rico paga más del 77% y el 50% más rico paga más del 97%. Sin embargo, los políticos utilizan frases como “pagar una parte justa” para crear división y sumar puntos políticos. En verdad, los recortes de impuestos a menudo distraen de un problema mucho más grave: nuestra insostenible deuda nacional.

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Deuda y recortes de impuestos: un ciclo peligroso

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La deuda funciona como una tarjeta de crédito: se utiliza una tarjeta hasta el límite y luego se abre otra para seguir gastando. Cada tarjeta suma intereses, lo que dificulta pagar el capital. La deuda nacional de Estados Unidos ha seguido este patrón durante años. En 1976, la deuda total era de unos 630.000 millones de dólares, la misma cantidad que pagamos solo en intereses en 2023. En 2024, se prevé que los pagos de intereses alcancen los 1,2 billones de dólares.

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Los superávits de Clinton frente a los déficits de Bush

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No todos los planes fiscales son iguales. En los años 90, las políticas del presidente Clinton dieron como resultado superávits presupuestarios, gracias a la moderación del gasto, los aumentos de impuestos a los que más ganan y el crecimiento económico. En cambio, los recortes de impuestos de la era Bush, combinados con el gasto en defensa posterior al 11 de septiembre y la expansión del Medicare, rápidamente convirtieron los superávits en déficits. La Oficina de Presupuesto del Congreso estima que los recortes de impuestos de Bush redujeron los ingresos en alrededor de 1,35 billones de dólares a lo largo de una década.

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¿Quién sufre las consecuencias de las malas políticas fiscales?

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Cuando la deuda aumenta, no son los ricos los que sufren: ellos no dependen de servicios gubernamentales como escuelas, infraestructura y seguridad pública tanto como los estadounidenses de ingresos medios y bajos. Los recortes a estos servicios perjudican más a las familias trabajadoras. Para garantizar la equidad, debemos ser más prudentes en cuanto a cómo gastamos el dinero de los impuestos y por qué aumentamos los impuestos.

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Lo que necesita cambiar

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La división entre ricos y pobres se ha convertido en una fuerza destructiva en Estados Unidos, alimentada por una retórica política que enfrenta a los vecinos. Una política fiscal sostenible requiere algo más que apuntar a un grupo: requiere disciplina y responsabilidad de todos nosotros.

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Al igual que el manejo del presupuesto familiar, el presupuesto nacional debe equilibrarse con cuidado. Cada dólar debe tratarse con respeto, no sólo como una cifra en un libro de contabilidad, sino como una representación del trabajo duro de alguien. Gravar a los ricos por sí solo no resolverá nuestros problemas. Necesitamos un enfoque equilibrado que combine un gasto inteligente, los ingresos necesarios y políticas centradas en el crecimiento.

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La verdad es que los estadounidenses más ricos ya contribuyen con una parte sustancial de la carga fiscal. No se trata de defender ni atacar a los ricos, sino de garantizar que el dinero de los impuestos (ya sea que lo paguen los ricos, la clase media o los trabajadores pobres) se gaste de manera responsable. Si los políticos no respetan a los contribuyentes, no nos sirven a todos, independientemente del nivel de ingresos.

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Los ricos no suelen utilizar los servicios públicos financiados con sus impuestos: escuelas, programas sociales e infraestructura. Estos servicios apoyan principalmente a las familias de ingresos medios y bajos, y esta realidad debe respetarse y no utilizarse como arma para sumar puntos políticos.

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Las personas que pagan impuestos para contribuir a servicios que principalmente benefician a otros están haciendo una inversión valiosa en nuestra sociedad que debe ser respetada. El verdadero problema radica en quienes desestiman estas contribuciones y hacen un mal uso de los fondos públicos.

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Creo que el respeto mutuo y la reciprocidad fortalecen a las comunidades. Nuestra política fiscal nacional debe basarse en estos valores. Debemos gestionar el presupuesto de manera responsable, asegurándonos de que el dinero de los contribuyentes, ganado con mucho trabajo, no se desperdicie. La mala gestión de los fondos públicos es una traición no sólo a quienes pagan impuestos, sino también a quienes dependen de estos servicios.

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Los políticos deben dejar de usar los “recortes de impuestos” para dividirnos y, en cambio, cumplir con su deber de proteger los recursos de nuestra nación. Es hora de exigirles cuentas, ya que el gasto irresponsable en última instancia perjudicará más a la clase trabajadora estadounidense. Debemos pasar de la retórica divisiva a un compromiso compartido con la gobernanza responsable, porque somos ustedes y yo, los estadounidenses comunes y corrientes, quienes pagaremos el precio más alto por la mala gestión continua.

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Ahora, después de revisar las propuestas fiscales de Trump y Harris, mi posición es clara:

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I won’t support either.​

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