Cuando las etiquetas nos dividen
En el Festival del Orgullo LGBTQ+ de Pueblo de este año, el tema fue "Comunidad y unidad". Pero debajo de las celebraciones, las tensiones políticas ardían a fuego lento. Tommy Farrell, Gran Mariscal y tesorero de la junta directiva de la Southern Colorado Equality Alliance (SCEA), dijo: "Celebrar el Orgullo es tan importante como siempre". Tiene razón. En una era de creciente desinformación y odio, el Orgullo es crucial: un espacio para la autenticidad, la alegría y la solidaridad.
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Como hombre gay, el Orgullo no es solo un evento anual para mí. Es lo que soy todos los días. Entonces, cuando el Partido Republicano de Colorado hizo circular un correo electrónico anti-LGBTQ+ e incluso pidió la quema de banderas del orgullo, rechacé su apoyo públicamente. Soy republicano, sí, pero también soy gay y nunca cederé en la defensa de nuestra comunidad. También soy shoshone, con una profunda conexión con esta tierra, y como hispanoamericana, valoro la comunidad rica y multicultural del Distrito 1. Sin embargo, en un evento destinado a celebrar el amor y la diversidad, me enfrenté a la hostilidad, no por mi herencia u orientación, sino por mi identidad política.
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Como presidente de Colorado Log Cabin Republicans, nos asociamos con el Partido Republicano del Condado de Pueblo para montar un puesto en Pueblo Pride, demostrando que ser republicano y LGBTQ+ no son mutuamente excluyentes. Sin embargo, el puesto junto al nuestro mostraba carteles como: "No existe tal cosa como un republicano gay" y "Aunque no es cierto que todos los conservadores sean estúpidos, la mayoría de las personas estúpidas son conservadoras". Respondimos con amor, colocando nuestro propio cartel: "Amamos a nuestros vecinos porque el amor es amor". Pero el odio continuó, con acusaciones de que éramos una amenaza para la comunidad trans.
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En medio de esto, una adolescente se acercó a nuestro puesto con una nota: "Pido disculpas por el odio que han recibido hoy. Siguen siendo seres humanos a pesar de su postura política. Sigan amando". Ese pequeño gesto fue un poderoso recordatorio de que la empatía y la comprensión persisten incluso frente a la hostilidad.
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Me ponen muchas etiquetas (gay, shoshone, hispanoamericano), pero la que parece generar más odio es la de "republicano". En un país que celebra la diversidad, la etiqueta que provoca la ira más irracional no debería ser política. No es un problema de quién soy, es un problema de nuestra cultura política. Si la gente ignora todo lo que he hecho y las comunidades por las que lucho solo porque soy republicano, tenemos un problema más profundo en juego. Mi misión es cambiar esa narrativa.
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La verdadera amenaza a la diversidad no son las etiquetas que llevamos, sino cómo permitimos que esas etiquetas nos dividan. Nadie debería ser deshumanizado por su afiliación política. La verdadera unidad exige que nos elevemos por encima de esta hostilidad, reconociendo que la diversidad incluye a todos, incluso a quienes piensan de manera diferente. Necesitamos dejar de demonizarnos unos a otros por cuestiones políticas y comenzar a centrarnos en nuestra humanidad compartida.
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Hago un llamamiento a todos nosotros, independientemente de nuestras opiniones políticas, para que vivamos el amor y la aceptación que predicamos. Construyamos un movimiento que celebre no sólo las diferencias con las que nos sentimos cómodos, sino también aquellas que nos desafían. Con compasión y un corazón abierto, podemos cambiar esta narrativa tóxica y crear una verdadera unidad. Al final, no son las etiquetas las que nos definen, sino cómo nos tratamos unos a otros.